viernes, 17 de junio de 2016

El poder de una Imagen

            El mundo está lleno de estímulos que aunque no nos demos cuenta de la existencia de ellos, causan repercusiones en nuestras acciones diariamente. Estamos condicionados a sentir sensaciones que nos recuerde momentos vividos, cause emociones, haga enojar e entristecer; todo a un grado tal que necesitamos de esto para poder sentir que estamos vivos.
            Es sorprendente como la publicidad o el manejo del contenido para comunicar y vender puede generar en nosotros deseos que anteriormente no mostraban destellos de existencia pero que luego, pasa a ser un recordatorio constante de que necesitamos algo y queremos tener ese algo lo más pronto posible. El mundo para el humano se ha vuelto en un lugar de imágenes hablantes.

            Qué curioso la forma en que nuestra mente juega en nuestra contra para hacernos pensar en muchos momentos lo que no es, así como cuando podemos conseguir figuras familiares en las formas de las nubes o en las marcas de los topes de mármol y granito. Contamos con la habilidad (sí, considero que sea una habilidad) de construir más allá de lo que llegamos a ver.

            Un caso muy particular que experimento constantemente es la repetición de las imágenes luego de verlas en su momento, recordar constantemente la forma y distribución de los elementos en una publicidad que de alguna u otra forma me hace querer regresar a esta imagen para entender el contenido que hay en ella, terminar de decodificar que me están vendiendo.

            Así como logro recordar, también tengo el hobbie de imaginar qué pasaría si eso que se muestra pasaría realmente, qué consecuencias llevaría que una publicidad como esta sucediera realmente y se necesitara tomar las previsiones para solucionarlo. Y si llevamos a la publicidad a la realidad, como realmente debería mostrarse, resultaría poco sorprendente para nosotros.

            Este es el meollo del asunto. Lo cotidiano ya no gusta ni vende mientras que  aquello que supera las barreras de lo entendible, y algunas veces aceptable, resulta en una explosión de estímulos al ojo humano que nos lleva directamente a ese mundo que no conocemos. Somos una especie curiosa que se deja maravillar por las excentricidades.

            Como dato interesante con relación a todo esto de ver, recordar e imaginar: La psicología de la Gestalt es una teoría de la percepción surgida en Alemania a principios del siglo XX que alude a los modos de percepción de la forma de aquello que vemos. Nuestro cerebro decodifica la información que recibimos a través de diversas asociaciones que se producen en el momento de la percepción.

            Sin embargo, una imagen aunque habla por sí sola es común conseguirla acompañada por un texto que refuerce el discurso visual. Este en muchas ocasiones será los que termine de darnos a entender qué sucede en la escena que estamos viendo y la estructura que muestre gráficamente será lo que nos permita ver con detenimiento aquello que el creador quiera que el espectador vea en primera instancia.

            Hoy en día la imagen en movimiento causa un mayor impacto, en estos momentos está en boga la creación de pequeños clips que con sonido o sin el nos hipnotizan de una manera increíble, un ejemplo actual son esos a los que llaman “gif” que se pueden conseguir en redes sociales como Facebook o Instagram. Esto no es más que movimientos de pocos segundos que hablan más que unos tantos minutos.


            Lo importante es que más allá de sorprendernos con lo visto y oído, mantengamos la percepción personal del entorno, disfrutando estos estímulos pero sin dejarnos llevar en su totalidad por los impulsos que una imagen, sonido o palabra nos genere. La mente es poderosa y manipulable, por ello la ética ha de ser el motor que impulse el estudio y creación de contenidos visuales y audiovisuales

Pedro Rodríguez
24711636
saia

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