El mundo está lleno de estímulos que
aunque no nos demos cuenta de la existencia de ellos, causan repercusiones en
nuestras acciones diariamente. Estamos condicionados a sentir sensaciones que
nos recuerde momentos vividos, cause emociones, haga enojar e entristecer; todo
a un grado tal que necesitamos de esto para poder sentir que estamos vivos.
Es sorprendente como la publicidad o
el manejo del contenido para comunicar y vender puede generar en nosotros
deseos que anteriormente no mostraban destellos de existencia pero que luego,
pasa a ser un recordatorio constante de que necesitamos algo y queremos tener
ese algo lo más pronto posible. El mundo para el humano se ha vuelto en un
lugar de imágenes hablantes.
Qué curioso la forma en que nuestra
mente juega en nuestra contra para hacernos pensar en muchos momentos lo que no
es, así como cuando podemos conseguir figuras familiares en las formas de las
nubes o en las marcas de los topes de mármol y granito. Contamos con la
habilidad (sí, considero que sea una habilidad) de construir más allá de lo que
llegamos a ver.
Un caso muy particular que
experimento constantemente es la repetición de las imágenes luego de verlas en
su momento, recordar constantemente la forma y distribución de los elementos en
una publicidad que de alguna u otra forma me hace querer regresar a esta imagen
para entender el contenido que hay en ella, terminar de decodificar que me están
vendiendo.
Así como logro recordar, también
tengo el hobbie de imaginar qué pasaría si eso que se muestra pasaría
realmente, qué consecuencias llevaría que una publicidad como esta
sucediera realmente y se necesitara tomar las previsiones para solucionarlo. Y
si llevamos a la publicidad a la realidad, como realmente debería mostrarse,
resultaría poco sorprendente para nosotros.
Este es el meollo del asunto. Lo
cotidiano ya no gusta ni vende mientras que aquello que supera las barreras de lo
entendible, y algunas veces aceptable, resulta en una explosión de estímulos al
ojo humano que nos lleva directamente a ese mundo que no conocemos. Somos una
especie curiosa que se deja maravillar por las excentricidades.
Como dato interesante con relación a
todo esto de ver, recordar e imaginar: La psicología de la Gestalt es
una teoría de la percepción surgida en Alemania a principios del siglo XX que
alude a los modos de percepción de la forma de aquello que vemos. Nuestro
cerebro decodifica la información que recibimos a través de diversas
asociaciones que se producen en el momento de la percepción.
Sin embargo, una imagen aunque habla
por sí sola es común conseguirla acompañada por un texto que refuerce el
discurso visual. Este en muchas ocasiones será los que termine de darnos a
entender qué sucede en la escena que estamos viendo y la estructura que muestre
gráficamente será lo que nos permita ver con detenimiento aquello que el
creador quiera que el espectador vea en primera instancia.
Hoy en día la imagen en movimiento
causa un mayor impacto, en estos momentos está en boga la creación de pequeños
clips que con sonido o sin el nos hipnotizan de una manera increíble, un
ejemplo actual son esos a los que llaman “gif” que se pueden conseguir en redes
sociales como Facebook o Instagram. Esto no es más que movimientos de pocos
segundos que hablan más que unos tantos minutos.
Lo importante es que más allá de
sorprendernos con lo visto y oído, mantengamos la percepción personal del
entorno, disfrutando estos estímulos pero sin dejarnos llevar en su totalidad
por los impulsos que una imagen, sonido o palabra nos genere. La mente es
poderosa y manipulable, por ello la ética ha de ser el motor que impulse el
estudio y creación de contenidos visuales y audiovisuales
Pedro Rodríguez
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saia